En cada cuadro
hay una puertecita que franquear
Pintor expresionista pero sin vehemencia
excesiva, la pintura de J.P Le Fevre está
despojada de manierismo. Se dedica a transmitir
cierto sentimiento del hombre dedicado a
su labor o que deja derivar su corazón
hacia el infinito. Al pintor le gustan las
líneas fugitivas y las diagonales:
“Hay una puertecita en cada cuadro.
Hay que empujarla y entrar… Una pintura
debe dar acceso a cierta profundidad. Si
uno se contenta con pintar únicamente
la superficie de una obra, más vale
hacer otra cosa.”
Lo que conmueve a J.P Le Fevre es la aptitud,
tan extraña, de ciertos pintores
por conservar su alma y su mirada de niño,
como Chagall o Toffoli (…).
Por haberse cruzado en su camino personajes
como César, Belmondo, Mac Avoye,
no duda en evocar su fuerza poco común.
“Con gente con este temperamento,
uno tiene la impresión de recibir
algo único e irremplazable”.
(…)
Finalmente, y aunque le horrorizan las
citas, J.P Le Fevre reivindica la siguiente:
“El niño no es un jarrón
que hay que llenar sino un fuego que hay
que encender.” Ojalá pudiesen
todos los pedagogos escuchar y adoptar esta
fórmula. Nuestro mundo sería
mejor.
Luis
PORQUET, Crítico de arte
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